viernes, 25 de agosto de 2017

Información y desinformación

A raíz de los atentados del pasado 17 de agosto en Barcelona y Cambrils (Tarragona), las redes sociales volvieron a demostrar cómo ha cambiado comunicación en la última década. Twitter, por ejemplo, se convirtió durante unas horas en un canal de desinformación, donde usuarios sin ningún rigor, tuitearon sobre falsos atentados, como el supuesto tiroteo dentro de El Corte Inglés.

Así, los dos canales de comunicación más extendidos a día de hoy por los ciudadanos, WhatsApp y Twitter, revelaron su peor cara. Cientos de grupos se inundaron de falsas informaciones que causaron más alerta social, si cabe. 

Las instituciones, desde la Generalitat de Catalunya hasta la cuenta oficial de los Mossos d'Esquadra (el órgano policial competente), pidieron a la ciudadanía que se mantuviera informada tan sólo por canales oficiales, evitando así que se manipularan los hechos o se difamara sobre las víctimas.



Una vez se demostró que, con la sobreinformación que se dispone actualmente, hemos dejado a los individuos la capacidad de filtrar información. En definitiva, ya no es la sociedad quien marca qué información es rigurosa, sino que es el ciudadano de forma individual quien da veracidad a una información según sus creencias o su experiencia con la fuente.